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El Corazón de un Conservador

Por Harold Vásquez, Ph.D.

En El Corazón Conservador, Arthur Brooks presenta lo que considera deben ser los fundamentos de un discurso político conservador en la sociedad norteamericana y -por qué, no?- en el resto del mundo.

Como presidente del Instituto Americano de la Empresa (AEI, por sus siglas en inglés), uno de los think-tank conservadores más importantes de los Estados Unidos, Brooks tiene un extenso historial asesorando a congresistas y promoviendo políticas en favor de la libre competencia, la desregularización del comercio y el desarrollo de la libre empresa. Esto hace de Brooks un conocedor del discurso político conservador, ya que tiene que utilizarlo para ayudar a promover iniciativas, y en este libro pretende atacar lo que entiende son las debilidades del discurso político y económico de derecha.

Pese a que algunas encuestas indican que a las personas políticamente identificadas como conservadoras la sociedad les reconoce dotes de liderazgo y, a su vez, son más caritativas—algo quizás atribuido a su mayor inclinación religiosa, no obstante poseer una media de ingresos inferior al del resto de los ciudadanos, Brooks presenta evidencia que sugiere que los conservadores son identificados como máquinas de hielo anti-gobierno que sólo les interesa proteger los intereses de grandes corporaciones y que carecen de la más mínima compasión por los ciudadanos menos aventajados. Esta errada apreciación, en palabras de Brooks, se debe más que todo a la forma en cómo los conservadores han dirigido su discurso político a la ciudadanía: apelando al homo-economicus!

Brooks inicia su libro con una defensa del sistema capitalista de libre mercado y de cómo el desarrollo empresarial ha contribuido a aumentar la prosperidad de la humanidad en todos sus rincones. Brooks es audaz mostrando ejemplos de cómo el espíritu capitalista y emprendedor que caracteriza a la sociedad norteamericana ha contribuido a mejorar la calidad de vida tanto de sus ciudadanos como de inmigrantes de todo el mundo que han ido a los Estados Unidos en búsqueda del sueño americano. Sin embargo, la búsqueda de una mejor calidad de vida se ha visto constantemente dificultada por la burocracia y las restricciones a la libre competencia que impone el gobierno, problemas que forman parte del arsenal de batalla del discurso conservador.

Los políticos conservadores, al igual que los liberales o de izquierda, buscan con sus propuestas mejorar el bienestar de todos los ciudadanos. Sin embargo, esto no es percibido por la población debido a que el discurso conservador ha sido sobrecargado de confusos tecnicismos económicos y un fuerte apego a la razón. Brooks argumenta que, sin caer en populismos, la clave de expandir las ideas y propuestas conservadoras debe ser dirigir el discurso más hacia el corazón del votante, promoviendo los valores de fe, familia y trabajo que caracterizan el modo de vida de un conservador. Brooks destaca que a pesar de sus bajos niveles de popularidad, los conservadores aún son percibidos como poseedores de grandes dotes de liderazgo y, por ende, están llamados a utilizarlos. 

Temas como, por ejemplo, la importancia de la responsabilidad fiscal o la sostenibilidad del endeudamiento tienen muy poco significado para el ciudadano que está sin empleo y pasa por serias dificultades para colocar un plato de comida en su mesa. Para dotar el discurso de significado, Brooks sugiere que debe ir acompañado de cómo un gobierno fiscalmente responsable se encuentra en mejor capacidad de responder ante necesidades coyunturales de los ciudadanos y/o de cómo puede facilitar el emprenderismo y la autosuficiencia económica de las personas a través de un sistema impositivo menos oneroso y restrictivo.

No es casualidad que El Corazón Conservador se haya publicado a inicios de la campaña electoral estadounidense. Para Arthur Brooks, la clave de un buen discurso conservador está en conectar más las ideas con las personas y en promover los valores de fe, unidad familiar, vida en comunidad y trabajo que caracterizan a la ideología conservadora. Con este libro, Brooks pretende ayudar a que los candidatos conservadores lleven su discurso a un número mayor de ciudadanos, pues, en tiempos de incertidumbre y dificultades económicas, no sólo en los Estados Unidos sino también en el resto del mundo, hay que reconocer que es muy difícil para un candidato conservador enfrentar argumentos populistas, como “demos a América un aumento!”, cuando se dispone de solo unos segundos para ganarse la atención del público.

Brooks sugiere, a los que están más apurados por saber cómo mejorar rápidamente su discurso, saltar desde el capítulo uno al capítulo siete del libro. Sin embargo, creo que el libro tiene mucho que ofrecer, hasta para los economistas bien entrenados, sobre cómo mejorar la exposición de argumentos económicos, sobre todo de corte neoclásicos, en ambiente no académicos.

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