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El problema de la basura visto por un economista

(Artículo publicado en Diario Libre, 21/07/2018)

Por Harold Vásquez, Ph.D.

Si utilizamos un concepto de moda, podemos decir que el problema de la basura es “multidimensional”.  Esto significa que el problema puede ser abordado desde diferentes ópticas profesionales, incluyendo la perspectiva legal, la educacional, la técnica, la cultural y la económica, solo por mencionar algunas.  Por ejemplo, si preguntamos a un abogado su opinión sobre la problemática de la basura es posible que responda que se debe a la falta de un “régimen de consecuencias”; mientras, un ingeniero podría relacionar el problema a la carencia de un sistema adecuado de tratamientos de residuos o manejo de verteros.  En lo que a mí respecta ―y sin restar méritos a otras visiones― abordaré el problema de la basura desde la óptica de las ciencias económicas y, basado en sus fundamentos, intentaré proveer algunas prescripciones a lo que parece ser uno de nuestras mayores dificultades en la búsqueda de construir una ciudad organizada.

En economía, el problema de la contaminación ambiental es un fallo del mercado que se denomina externalidad.  Estos fallos ocurren cuando alguien toma una acción, o realiza una transacción, afectando un tercero y no se produce ninguna compensación.  Por ejemplo, cuando una persona limpia el frente de su casa, los vecinos reciben una externalidad positiva ya que son beneficiados de que el entorno sea más higiénico y agradable.  El fallo del mercado ocurre porque quien provee el beneficio no recibe ninguna compensación por su acción. En el caso contrario, cuando una persona contamina el ambiente produce un daño a terceros, o externalidad negativa, de modo que quien contamina debería compensar por dicho daño a los afectados. Al no existir compensación alguna en ninguno de los dos casos mencionados, el resultado es que no hay suficientes incentivos para limpiar y surgen muchos incentivos para contaminar. Esto no implica que no existan personas dispuestas a no contaminar el ambiente sin interés de pago alguno, sino que de existir un adecuado mecanismo de compensación habría más incentivos para mantener las calles limpias y los lugares comunes.

Una forma de establecer un mecanismo de compensación es mediante la implementación de multas a quienes desechen de forma no apropiada sus desperdicios y utilizar los recursos para resarcir el daño.  El problema de las multas es que requieren de un sistema de supervisión, que además podría resultar bastante costoso, ya que si los ciudadanos entienden que la probabilidad de ser atrapado es baja, estos continuaran arrojando basura en la calle y harán caso omiso al impedimento.  Esto podría corregirse estableciendo penalidades suficientemente altas tal que, en caso de ser atrapadas, el costo esperado de contaminar sea severo.

Otra forma de enfrentar el problema es mediante la creación de un mercado de basura.  Si la basura tuviese un valor monetario, entonces más personas estarían dispuestas a hacer mejor uso de ella.  En ese sentido, en vez de limitarse a contratar un número reducido de empresas para la recogida, el ayuntamiento podría ofrecer comprar la basura a todas las personas o empresas dispuestas a entregarlas en el vertedero.  El precio de compra podría ser establecido mediante un mecanismo de subastas, de forma que se garantice que el ayuntamiento pague un precio competitivo.  Para incentivar el reciclaje, el ayuntamiento podría establecer reglas sobre cómo la basura será entregada o clasificada y pagar distintos precios según su tipo.

Como última recomendación, el ayuntamiento debe revisar la forma en que establece el precio de recogida de basura.  En la actualidad, existe una tarifa fija que se cobra a cada hogar o establecimiento comercial. Es de esperar que los hogares o empresas más grandes produzcan una mayor cantidad de desperdicios y, en ese sentido, la tarifa fija actúa como un subsidio desde los que menos producen hacia los que más producen desperdicios. Para corregir esto, el ayuntamiento podría considerar el metro cuadrado del hogar o establecimiento como medida de la capacidad instalada de producción de basura y así aproximar mejor el costo de su recolección.  Además, si un hogar o establecimiento paga un servicio privado de recogida de basura, el ayuntamiento no debería hacer cargos adicionales por recolección, obligándose así a competir y ofrecer un mejor servicio.     En conclusión, la basura es un problema de múltiples dimensiones. Para su solución, creo que el ayuntamiento debe sentarse a la mesa con distintos profesionales y discutir las mejores ideas en una estrategia comprensiva.  Además de inundar nuestra ciudad hace unos días, el mayor daño causado por la tormenta Beryl fue la indignación de una ciudadanía que parece no estar al tanto de la gran problemática de la contaminación ambiental.  Debemos tomar esta tragedia como punto de reflexión y aprovechar el momento de indignación para levantarnos y ejecutar las reformas necesarias que propicien un cambio hacia una ciudad más limpia, organizada, y que nos haga sentir orgullosos de vivir en ella.

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