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Entendiendo las mediciones de pobreza

Por Harold Vásquez, Ph.D.

En los últimos días, el tema de la pobreza ha ocupado cierta relevancia en la prensa nacional. Por un lado, el economista Andrés Dauhajre destacó las divergencias de las cifras de pobreza publicadas por la CEPAL, en su informe “Panorama Económico de América Latina y el Caribe 2014” y las cifras estimadas por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPYD), en su informe del 20 de febrero de 2015. Por otro lado, el economista Pavel Isa cuestionó la carencia de elementos que pudiesen justificar la reducción de los niveles de pobreza presentados en el informe del MEPYD. (Ver Dauhajre, A., “CEPAL, bájale algo”, matutino El Caribe, 23/2/2015; Isa, P., “Incógnitas sobre la reducción de la pobreza”, matutino El Caribe, 25/2/2015). Aunque ambos articulistas levantan puntos interesantes sobre la medición de la pobreza, ninguno hace una reflexión sobre los aspectos metodológicos de estimación, los cuales pueden ayudar a entender tanto las diferencias de las cifras publicadas por la CEPAL y la MEPYD, como los elementos que inciden en la reducción observada en los últimos años del nivel de pobreza de nuestro país.

Definir la pobreza es un reto debido a los distintos significados que puede tener este concepto. Por ejemplo, algunas formas de interpretar la pobreza están relacionados con las ideas de necesidad, estándar de vida, insuficiencia de recursos, exclusión, desigualdad, entre muchos otros. La ambigüedad que representan estos conceptos y la libertad que brindan a los analistas de aplicar sus propios criterios en la definición de los mismos causan que exista una gran diversidad de indicadores que arrojan cifras muy disímiles sobre los niveles de pobreza de una nación.

Tanto el MEPYD como la CEPAL utilizan un enfoque caracterizado por trazar una “línea de pobreza” que establece el ingreso mínimo que permite alcanzar una canasta de bienes alimentarios y no alimentarios, considerados como “adecuados” según los estándares elegidos. Las diferencias entre las estimaciones de pobreza de MEPYD y CEPAL están tanto en la determinación del valor monetario de esta canasta como en los ajustes que se aplican a dicha canasta a través del tiempo.

El MEPYD establece la línea de pobreza extrema (o indigencia) en base al enfoque del consumo calórico. Es decir, una persona vive en pobreza extrema si el ingreso mensual per cápita del hogar no es suficiente para consumir 2,157 kilocalorías diarias. En términos monetarios, esta línea se sitúa en RD$2,130 para la zona urbana y RD$2,041 para la zona rural, a septiembre de 2014. Los bienes que componen esta canasta alimentaria fueron determinados a partir de la Encuesta Nacional de Gastos e Ingresos de los Hogares (ENGIH) 2007 y los valores monetarios son ajustados con el índice general de precios al consumidor (IPC). Para estimar la línea de pobreza general, el MEPYD debe incluir otros bienes y servicios no alimentarios considerados como básicos o necesarios. Debido a la discrepancia que puede surgir en la elección de estos bienes, en la práctica se multiplica el valor monetario de la canasta alimentaria por el coeficiente de Engel –que representa la relación entre el consumo total de bienes y el consumo de bienes alimentarios. Actualmente, este coeficiente es de 2.2 para la zona urbana y 2.1 para la zona rural. Como resultado, el MEPYD sitúa la línea de pobreza general en RD$4,740 y RD$4,211 mensuales para la zona urbana y rural, respectivamente.

La CEPAL utiliza la misma metodología que el MEPYD para el cálculo de la pobreza e indigencia, pero algunos elementos crean grandes diferencias en la estimación. Primero, para determinar los bienes que componen la canasta alimentaria, la CEPAL utiliza una encuesta realizada en los años 80. Además de que resulta difícil pensar que los bienes y patrones de consumo no han cambiado en la sociedad dominicana en los últimos 30 años, el uso de esta canasta hace que los coeficientes de Engel estimados por CEPAL (actualmente 1.75 para la zona rural y 2.0 para la zona urbana) sean distintos a los del MEPYD, resultando en diferencias significativas del valor de la canasta utilizada para medir la pobreza. Además, la CEPAL ajusta el valor de la canasta alimentaria con el IPC de alimentos, el cual es mucho más volátil que el IPC general en períodos cortos de tiempo, lo que puede sobrestimar las cifras de indigencia. Finalmente, otras diferencias podrían surgir en las estimaciones de los ingresos de los hogares, ya que la CEPAL utiliza el concepto de ingresos corrientes –que incluye ingresos de salarios más transferencias- mientras que el MEPYD utiliza el concepto de ingreso disponible, el cual deduce del ingreso total pagos de impuestos y de algunas contribuciones del empleado a la seguridad social.

Como resultado, al año 2013 la CEPAL estima que el 20.2% de los dominicanos vive en indigencia y el 40.7% en situación de pobreza; mientras, el MEPYD estima el nivel de indigencia y pobreza en 41.8% y 9.8%, respectivamente. A pesar de sus divergencias, ambas instituciones coinciden en mostrar una reducción en los niveles de pobreza de nuestro país. Este fenómeno también se puede evidenciar con el uso de otros indicadores. Por ejemplo, el Banco Mundial utiliza como medidas de pobreza e indigencia el porcentaje de la población que vive con ingresos menores a 2 y 1.25 dólares diarios, en poder de paridad de compra. Lejos de ser perfecto, la simplicidad de este indicador evita que surjan discrepancias en las mediciones de pobreza por aspectos metodológicos o criterios del evaluador. Como muestra la gráfica, al igual que la CEPAL y el MEPYD, el indicador del Banco Mundial sugiere una clara disminución de los niveles de pobreza en nuestro país durante la última década.

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