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¿Quiénes pagan los impuestos corporativos?

“¿Pueden gravarse las empresas? ¿Qué son las empresas? No existen empresas que puedan pagar impuestos. Existen personas, solo las personas pueden pagar impuestos”

Milton Friedman, en El mito sobre el almuerzo gratis (1975)

Por Harold Vásquez, Ph.D.

La frase con la que inicia este artículo, pronunciada en un discurso por Milton Friedman, Premio Nobel de Economía 1976, encierra todo el principio del análisis económico sobre los impuestos a las empresas. A pesar de que pueda escucharse simple, esta frase contiene elementos de difícil comprensión para el profesional no entrenado en economía debido a la naturaleza compleja de las empresas. Y es que, podemos preguntarnos, ¿cómo es posible que las empresas no paguen impuestos? A fin de cuentas, debemos considerar que una empresa es un espacio, no necesariamente físico, donde convergen los intereses y las acciones de diversos agentes: propietarios, empleados, clientes, etc., y los impuestos a las empresas afectan los ingresos y las decisiones de cada uno de estos agentes.

Para considerar un ejemplo sobre cómo opera la dinámica del impuesto a las empresas, supongamos que el gobierno dominicano decide establecer un impuesto sobre el capital de las instituciones financieras para transferir recursos a sectores de interés. El efecto inicial, o de corto plazo, del impuesto sería reducir el retorno de los activos y las ganancias de las instituciones financieras, afectando a los accionistas de dichas empresas. Con el tiempo, a medida que el sector financiero se vuelve menos lucrativo, los inversionistas mueven su capital a otros sectores de la economía, o incluso a otros países, donde pueden obtener mayores retornos, escapando al impuesto. Debido a que el efecto del impuesto reduce el capital disponible y los incentivos para la inversión en el sector financiero, la oferta de servicios y la demanda de trabajadores del sector caen. De esta manera, en el mediano plazo, el efecto del impuesto al capital financiero resulta en un incremento del precio de los servicios (debido a la menor competencia) y en una reducción del salario de los trabajadores del sector (debido al aumento de la oferta laboral), afectando en el largo plazo a los consumidores y trabajadores de toda la economía.

El ejemplo anterior resume la intuición planteada en el modelo desarrollado por Arnold Harberger (1962, 2008) sobre el análisis de la incidencia del impuesto a las corporaciones. En la exposición, se asume que los dueños de las empresas reciben la carga del impuesto de manera inmediata pero, a medida que pasa el tiempo, estos pueden traspasar el impuesto a los trabajadores y consumidores debido a que el capital puede evadir la carga por su facilidad de movilidad entre sectores. La evidencia empírica es consistente con las predicciones de Harberger y una serie de estudios muestra que los trabajadores son, en el mediano plazo, los más perjudicados debido a la escasa movilidad que puede presentar la oferta laboral (Deveraux, 2008; Dwenger & Steiner, 2011; Hasset, 2006).

Los impuestos a las corporaciones ocupan un lugar central en las discusiones sobre reformas impositivas. Por un lado, las personas que propugnan por una distribución equitativa del ingreso de la economía sostienen que mayores impuestos a las corporaciones pueden aumentar las recaudaciones fiscales sin afectar a los más pobres. Sin embargo, la evidencia empírica reciente sostiene que estos impuestos pueden perjudicar en mayor medida a los trabajadores y consumidores de las empresas. Ahora que el gobierno discute la posibilidad de un pacto fiscal es importante considerar seriamente el tema de la incidencia de los impuestos para evitar resultados no deseados en la elaboración de políticas impositivas.

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